En homenaje a La Revista Espírita – José María Fernández Colavida

     

Después del magistral momento de la publicación de El Libro de los Espíritus, el día 18 de Abril de 1857, en París (Francia), el insigne Codificador del Espiritismo, pasó a recibir un inmenso volumen de correspondencia procedente de todo el país y de diferentes ciudades del mundo, donde hubiera llegado la extraordinaria obra.

Se trataba de inquietudes filosóficas, religiosas, culturales, de cuestiones sociológicas y científicas, artísticas y profesionales, de relatos de hechos semejantes ocurridos en diferentes lugares, de solicitudes de múltiples sentidos, así como de agresiones apasionadas de fanáticos y opositores habituales, siempre contrarios a l as ideas nuevas y libertadoras de conciencias.

Al mismo tiempo, los escépticos de entonces solicitaban una religión científica, que les atendiera los interrogantes del conocimiento, que ya no aceptaba más una fe ciega, en razón de las conquistas logradas en los laboratorios, mientras que los investigadores y pensadores, a su vez, aguardaban encontrar una ciencia religiosa, que no se detuviera en el materialismo, ni en el misticismo, confirmando la realidad divina, la inmortalidad del alma y la justicia soberana, cuando descubren en el Espiritismo, respectivamente, las profundas respuestas capaces de atender sus necesidades culturales y emocionales.

Se vivían, en aquella época, los momentos tumultuosos de la investigación al respecto de la vida y de la muerte en las academias, ahora libertadas de las imposiciones absurdas del dogmatismo ultramontano y perverso.

El Espiritismo llegaba como la solución de los magnos problemas del pensamiento, como un nuevo Edipo interpretando la Esfinge devoradora, que transitaba por la carretera de Tebas, según la tragedia de Sófocles.

Ciencia de investigación, el Espiritismo tiene que ver con todas las ramas de las ciencias, utilizando su propia metodología, al igual que como filosofía ético-moral de consecuencias religiosas, que es, iluminando las mentes y confortando los sentimientos.

Aquellos eran días revolucionarios, en los que las ideas nacían por la mañana, envejecían al atardecer y desaparecían por la noche.

El Espiritismo, sin embargo, llegó para quedarse, porque, profundamente razonable, sus postulados se afirman en el lenguaje soberano de los hechos observados, estudiados, y se explican por sí mismos, mediante la lógica y la ética.

Todos los días le eran encaminados, al eminente maestro de Lyon, informaciones y relatos de acontecimientos medianímicos que permanecían mezclados con informaciones acerca de la superchería, de lo maravilloso, d e lo sobrenatural.

El Espiritismo vino a desmitificar todas esas teorías anticientíficas, que pertenecen a lo mitológico, al imaginario humano ancestral.

Sería imposible, de esa manera, poder responder a todos los que le escribían individualmente, según se tornaba necesario.

Además, él permanecía investigando, penetrando la sonda de la observación en el organismo mediúmnico, procurando comprender las Leyes de la Vida, la compleja fenomenología que enfrentaba, venciendo los obstáculos que surgían a cada momento, coordinando el razonamiento ante los mensajes que le eran encaminados por estudiosos y observadores, al mismo tiempo que analizaba y profundizaba las informaciones de las doctrinas antropológicas, psicológicas, fisiológicas, las religiones ancestrales y los fenómenos que las dieron a conocer, presentando las conclusiones espíritas.

La gran obra estaba en su inicio, y aún mucho tenía que ser hecho con sabiduría, profundidad y perenne actualidad, tornándola indestructible ante las adquisiciones científicas del porvenir.

Inspirado por el Espíritu de Verdad, le surgió la idea de organizar y publicar un periódico mensual, mediante el cual contestaría colectivamente a las epístolas recibidas, a los detractores, a los simpatizantes, al tiempo en que registraría los acontecimientos serios y dignos de fe que le llegasen por intermedio de sus corresponsales.

En consecuencia, el primero de enero del año 1858, surgió la Revista Espírita, ese notable órgano de estudios psicológicos, que sería por él conducido con probidad y nobleza hasta marzo de 1869, debido a su desencarnación, que tuvo lugar el día 31 de ese mismo mes.

De esa monumental publicación periodística mensual, Allan Kardec retiró un excepcional material doctrinario que pasó a constituir el grandioso edificio de la insuperable Codificación Espírita.

Verdadero manantial de sabiduría, ese notable Órgano de divulgación d el Espiritismo, permanece imbatible después de ciento cincuenta años, en el momento en que el conocimiento científico, filosófico, sociológico y ético-moral alcanza niveles jamás ambicionados.

Así pensando, saludamos, en la traducción de la Revue Spirite al idioma español, una nueva era para la divulgación del Espiritismo en los países hispanos, en el momento que se inicia la gran transición del planeta Tierra que pasa de mundo de pruebas y expiaciones a mundo de regeneración.

Formulando votos de mucho éxito en el menester para el cual se realiza esa labor gigantesca, agradecemos a Dios, a Jesús y a Allan Kardec, el honor de conocer el Espiritismo, que es la solución perfecta para los magnos y angustiantes problemas de la humanidad.

José María Fernández Colavida.
Salvador, 5 de septiembre de 2008.

Mensaje psicografiado en español por el médium Divaldo Pereira Franco, como Prefacio a la traducción, del francés al castellano, de la Rev ista Espírita de Allan Kardec – 1859.

Loading